Saturday, March 22, 2008

VILLANOS

-No lo entiendo. ¿Por qué?
-Bueno, Lisi, tiene que haber de todo.
Estábamos en su estudio. Demiurgo revisaba los esbozos de un nuevo personaje. Un Villano. Un tipo que a simple vista parecía normal, incluso buena persona, pero que cuando se lo conocía era mezquino, cobarde, interesado, prepotente y faltón. Era un completo inútil que intentaba cargar sus culpas al primero que pasaba por delante. Era ese tipo de gente mala que odia que al resto del universo le puedan ir las cosas mejor que a él. Quizá lo que le sucedía era que simplemente estaba amargado. Igual su vida había sido complicada pero ¿para quién es fácil la vida?
-¿Por qué te empeñas en dibujar a gente así?
-¿Qué haríamos sin ellos?
-Vivir tranquilos.
-¿Seguro?
Demiurgo dejó su lápiz azul encima de la mesa y me miró, con calma, como hacía siempre.
-¿Por qué los odias tanto?
-Porque son odiosos.
Una sonrisa se dibujó en su cara. A su lado yo no era más que un bebé, una criatura pequeña. Me había visto nacer, me había dibujado ¿Qué le podía decir que no esperara oír?
-Me hacen sentir mal.-Susurré.
-¿Te hacen daño?
-Sí... pero no es eso... no como tú lo has dicho.
Me levanté del pequeño sofá rosa que Demiurgo había dibujado para mis visitas y fui hacia la ventana. Hacía un día precioso.
-La gente a veces me entristece. Ves lo que podrían llegar a ser, ves que pueden actuar de otra manera y sin embargo se empeñan en... ser malos. Descargan sus miserias en otros que no tienen la culpa. No es necesario que me hagan daño a mi, sino simplemente que no actúen... como tienen que hacerlo.
-¿Y cómo tienen que hacerlo, según tú, Lisi?
Suspiré. Aquello era más complicado de lo que esperaba.
-Bueno, verás… No importa cómo sean en realidad… Pero … Joder, ya sabes lo que quiero decir.
Demiurgo me miraba intensamente. Sus ojos negros perforaban mi mente. Sabía lo que yo estaba pensando, él siempre lo sabía… Pero quería que lo dijera. Maldito Dios voluble y caprichoso.
-La gente debe ser honesta, al menos consigo misma. Ese que estás dibujando…
-Peter Pusiman.
¡Mierda! Ya le había puesto nombre, no había marcha atrás.
-Como se llame- dije con calma, intentando que no se notara mi angustia.- No merece vivir, no merece que se le llame persona… ¡No quiero que exista!
Crucé los brazos, testaruda, y me quedé mirando a Demiurgo. Esperaba una respuesta, una regañina, una bofetada moral que hiciera tambalear mi mundo. No pasó nada de eso, Demiurgo simplemente se puso a reír. Y yo, sola en medio de todos los proyectos a medio dibujar de su estudio, me sentí terriblemente pequeña, terriblemente triste, insultantemente estúpida.
-No quiero que exista- repitió Demiurgo imitando mi voz, entre carcajadas.
Resoplé indignada. ¿De verdad iba a dejar que ese… Ser …se riera de mi?
-Oye mira- Dije. Mi voz llena de ira- Me da igual que te divierta mucho ver sufrir a la gente. Para mi eres tan repugnante como esos seres que dibujas para torturar a las buenas personas. Un Dios no debería ser así.
Demiurgo dejó de reír.
-Los Dioses no somos así. Los humanos sois así. Todos tenéis los mismos instintos y potenciales. Os dibujo completos, con todos los extras que se pueden pedir a la raza humana… Vosotros escogéis.
-¡No es verdad!- grité. ¿Por qué mentía Demiurgo? Él estaba dibujando a un villano, no lo podía comparar conmigo.
-¿Por qué te molesta tanto Peter Pusiman?-Volvió a preguntarme Él.
-Ya te lo he dicho. Es malo.-Repliqué.
-No. Esa no es la verdad.
-Sí que lo es.-Insistí. ¿A dónde quería llegar?
-No.-Dijo Él. Su voz era suave, pero retumbó por toda la habitación. Salía de cada rincón, de cada mota de polvo, de cada rayo de luz.
Había llegado el momento… Mis ojos se cerraron, mi mente se abrió y la respuesta salió como una estampida, como si siempre hubiera estado allí aguardando ser pronunciada.
-Porque hace que saque lo peor de mi persona… Peter consigue que lo odie de tal manera que… Sólo puedo pensar mil maneras distintas de hacerle daño, de… destruirle. Su maldad me hace mala. Odio sentirme así. Yo no soy así… No quiero.
Dos lágrimas amargas bajaron rodando por mis mejillas.
Demiurgo se levantó y, acercándose, me rodeó con sus brazos.
-Lo ves. Yo os dibujo con todo.
Seguí llorando. No tenía réplica que ofrecerle.
Demiurgo se apartó un poco y con una sonrisa me secó las lágrimas.
-La grandeza de los humanos está en saber escoger con que parte de ese todo os quedáis.
Me encogí de hombros. ¿Qué más me daba? Al fin y al cabo mientras hubiera personas como Peter yo seguiría sufriendo, seguiría atormentándome intentando no pensar en lo mucho que las odiaba.
-Tu grandeza, Lisi- continuó Demiurgo- es ser lo suficientemente fuerte como para no actuar igual que aquellos a los que odias. Aunque como has visto… Sería lo más facil.
-Pero… ¿Cómo sabes que al final no lo haré? ¿Cómo sabes que no me convertiré yo también en una villana? Puede que no me de cuenta y un día en nombre de un bien mayor, en nombre de lo que yo crea que es justo, haga algo malo, despreciable, imperdonable.
Demiurgo sonrió con dulzura.
-No lo harás... Te conozco.
-No puedes saberlo.
Demiurgo se echó a reír de nuevo.
-Claro que puedo, maldita niña testaruda. Yo te he dibujado.



Wednesday, March 12, 2008

NOSOTROS

Las notas, los estudios, el trabajo, la casa, la compra, los sueños, los libros, los libros, los libros...
Él esperando un respiro, suplicando el momento en que la noria pare y su pequeña niña loca se acerque y le dé un beso. Lo mire y le cuente lo maravillosa que es la vida a su lado. Pero cuando ella baja del tornado que la empuja, en su cabeza dan vueltas mil ideas, mil planes descabellados que no la dejan acercarse a la realidad. El suelo, demasiado quieto, la marea... Y sólo tiene ganas de vomitar las palabras que, desesperadas, corren por su mente. Palabras que la alejan de todo lo que conoce. Palabras que la hacen lo que es, lo que siempre ha sido.
Ella, por encima de todo, un sueño hecho de palabras.
Él, aleteando a su alrededor, la quiere, la desea, la odia, la teme.
Parece que nunca podrán encontrarse pero entonces el milagro ocurre. Llega ese instante mágico, cuando los universos, prescindiendo de las tontas leyes de la física, se tocan.
Sus ojos se encuentran y, tras sus miradas atónitas, sus mundos se derrumban. Caen los muros, se olvida la vida, se niega la muerte. Y sólo existen los sentimientos, las pasiones que visten su reino. El único inventado. El único que siempre es real.

Él. Ella.

Tú, Yo.

Por siempre, mientras el amor dure.

Tú, yo... Nosotros.

Podemos hacerlo. Lo haremos desde este pequeño reino heredado del olvido. Destruido por la soberbia de los que se creyeron más listos.

Tierra, aire, fuego, agua.

Pintaremos nuestro palacio en las nubes y nos reiremos de los que dicen que es imposible. Nosotros somos así.
Así nos amamos.
Así vivimos.

Esto es lo que importa, el resto... El resto sólo es la triste realidad... Y créeme, está sobrevalorada.