Wednesday, June 18, 2008

LA DAMA BLANCA

En memoria de David Munera
-¡No lo entiendo! Me lo podrás explicar de mil formas distintas pero seguiré sin entenderlo.
De pie en el recibidor del Templo de las Mil Puertas, la Dama blanca me miraba mientras las lágrimas resbalaban una tras otra por mi rostro.
-Había llegado su hora, Lisi.
Resoplé llena de ira.
-Esa parece ser tu frase favorita.-dije.
-No hay más que decir.
Sacudí la cabeza. No podía comprender todo aquello. Él estaba bien hacía dos días. Había acabado un curso, jugaba con su hijo de tres años, amaba a su mujer… Era una buena persona, ¡Por todos los dioses!
-Sólo tenía 29 años.- Mi voz era un sordo murmullo empujado por la rabia que contenía al resto de las emociones.
-La edad no tiene nada que ver con esto.- dijo la Dama blanca.
-¡Pero es injusto!- Grité. Ya no podía soportar más esa frialdad, esa distancia que separaba a la Dama Blanca del resto de los mortales. Sabía que su trabajo, su naturaleza, la hacía ser así, pero en esos momentos era insoportable.
-No te equivoques, Lisi- dijo ella dándome la espalda.-Yo siempre soy justa, trato a cada cual como se merece… La que es injusta es Vida, esa hermana mía tan zalamera y que tanto os gusta retener. Los mortales estáis tan equivocados…
-¡Cállate!-grité. Y sin pensarlo me abalancé sobre ella. Quería pegarle, quería que sintiera el dolor… no… no era sólo dolor… era impotencia. Algo para lo que los humanos nunca estamos preparados. Con la Dama Blanca no se puede hacer nada. Cuando viene a buscarte sólo puedes … seguirla. Y los que se quedan detrás viendo como el ser amado se escapa de entre sus manos con un último suspiro sienten, en lo más profundo de su alma, esa miserable impotencia que hace que quieran romper cualquier cosa que tengan cerca. Quieren pelearse con el mundo, pegar y que les peguen, porque eso es controlable, porque pueden. Porque no han podido luchar por quien tenia su última línea ya escrita en el libro de la Vida. Un libro que era demasiado corto.
La Dama Blanca se giró y con un simple gesto me detuvo. Me quedé paralizada a pocos centímetros de su luminoso cuerpo.
-No la tomes conmigo, Lisi.- Dijo. En su voz se reflejaba la calma de la eternidad. Deshizo el lazo que me mantenía inmóvil y caí al suelo de rodillas. No tuve fuerzas para volverme a levantar.
-Él estará bien- me dijo casi con dulzura- Sé que eso no consuela a los que se quedan, pero te prometo que estará bien.
Levanté los ojos y la miré, directamente a la cara. Su rostro blanco y perfecto no reflejaba sentimientos, no podía.
-Quiero que vuelva…-mis palabras por fin estaban manchadas por la pena. La rabia había pasado… Sólo quedaba el vacío. – Su familia necesita que vuelva- Era una súplica.
La Dama Blanca negó con la cabeza.
-Lo siento, yo no hago las reglas.
Se acercó a mi y arrodillándose a mi lado me secó con delicadeza las lágrimas. Sus manos era frías pero suaves, inmensamente tranquilizadoras.
-Yo no hago las reglas…-repitió en un susurro- pero conozco la manera de burlarlas…
Abrí los ojos, llena de esperanza. Si podía devolvérselo, si podía sacarlo del Templo de las Mil Puertas entonces…
-No,- dijo la Dama Blanca leyendo mis pensamientos- no de esa forma.
-¿Entonces?
-Sólo hay una manera de hacer inmortal a un humano. No lo devuelve a la vida. No es de carne y hueso, ni puede abrazar, ni besar, ni querer…como lo hace el resto… Pero no se pierde en el olvido y vuelve siendo mejor de lo que nunca hubiera sido. Puede ser un héroe si lo desea…
La miré llena de confusión. ¿Dónde quería ir a parar?
-Escribe sobre él Lisi. Cuéntale a su hijo quien era su padre, retrata para su mujer al hombre que amaba, dile a su padre… que David jamás morirá. El embrujo de tus palabras puede devolverlo a la vida hoy y para siempre. Sé que es una triste opción y que cambiarías todas las palabras del mundo por que él regresara… Pero no puede ser. Es esto o la Nada.
Me levanté poco a poco… Escribir… ¿Eso era todo? ¿No había nada más?
La Dama Blanca se incorporó y se dirigió hacia la puerta que llevaba al interior del Templo. Antes de traspasarla se giró y me miró.
-¿Y bien?
Me encogí de hombros.
-Escribiré- Dije- Aunque no sé como. Mis palabras nunca llegan muy lejos.
-Bien…-Susurró la Dama Blanca. Esbozó una sonrisa y desapareció.
Di media vuelta y de pronto me encontré en mi habitación, sentada frente al portátil, escribiendo las palabras que debían salvar al chico de 29 años que la Dama Blanca se había llevado.

Palabras que deben volar lejos y llegar donde nunca antes han llegado. Por Él , por ti, por mi, por todos los que deseamos que nuestros seres queridos nunca sean olvidados.

2 Comments:

Blogger Unknown said...

Hola Lisi,

No me es fácil tratar este tema.
El paso de los años hace que acumules ciertas experiencias parecidas e igualmente dolorosas que te dejan unas profundas heridas en el interior que jamás cicatrizaran y que en momentos como este, se vuelven a abrir.

Me gustaría poder darte un mensaje de ánimo y de esperanza, unas palabras comprensivas y llenas de vida.
Desgraciadamente no las sé, nunca las he encontrado cuando las he necesitado.

Sólo puede decirte que si algún día me pasara lo mismo, estaría muy orgulloso de que una persona querida me dedicara un pequeño relato.
Eso significaría para mí que en vida tuve un Amigo que jamás me olvidará, un Amigo que mi vida le importó, un Amigo en el que a partir de ahora viviré, en definitiva un Amigo de Verdad.

Recuerda que mientras vivas él lo hará contigo.
Eso nadie lo podrá evitar, ni siquiera la Dama Blanca.

Un saludo y ánimos.

Santi

3:31 AM  
Blogger Lisi Prats said...

Gracias guapo...
La verdad es que ya me conoces... No se hablar, no de lo que de verdad importa... Cuando quiero decir algo de verdad sólo puedo escribirlo. Es un mierda hablando en plata, porque a veces la gente necesita escuchar tus palabras y a ti no te salen. Pero los que me conocen han aprendido a leer antes que a escuchar... Y lo agradezco.

besos y a ver si nos vemos pronto.

2:07 AM  

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