Monday, February 19, 2007

Mebd y Leónidas

Als meus avis

Perquè no totes les llàgrimes que es vessen són tristes.

Leónidas y Mebd vivieron hace muchos, muchos años, en un país que se hallaba en plena posguerra. Eran tiempos difíciles pero ellos eran jóvenes y tenían tanta ilusión...
Ambos estaban prometidos con un hombre y una mujer que en algún momento de su vida habían considerado que era el óptimo... Creían que formarían familias y envejecerían al lado de esos desconocidos que en aquellos momentos llamaban parejas. Sin embargo, por las noches, Leónidas y Mebd miraban por las ventanas de sus habitaciones y, contemplando la luna, se preguntaban si aquello era lo correcto. Si era lo que habían esperado siempre. Era una pregunta que, aunque intentaban acallar, les venía una y otra vez a la cabeza. Como una voz extraña que les decía ¿estás seguro? ¿No es posible que haya alguien más esperando?
Sus familiares les contaban que aquello era normal, que era el vacío que todo el mundo siente cuando está a punto de unir su vida a la de otra persona... Para siempre.
Sin embargo, ellos no eran normales. Eran personas destinadas a algo más grande que “conformarse”.
Y Destino entró en su vida.
Una mañana, Mebd y su grupo de amigas fueron a pedir trabajo a la empresa donde estaba empleado Leónidas. Se vieron, se observaron. Él consideró que Mebd era muy presumida. Ella consideró que Leónidas era un engreído.
Jamás se dijeron demasiado. Nada más allá de saludos corteses, algunas bromas inocentes y... miradas que intentaban disimular para que no las vieran sus propias conciencias.
Una tarde, mientras Leonidas paseaba por la calle con su prometida, se encontraron con unos amigos. Leónidas estuvo charlando con ellos, como era su costumbre, pues era un hombre muy educado. Cuando hubieron acabado siguieron su camino hasta llegar a casa de su prometida. Antes los hombres acompañaban a las mujeres hasta el portal de sus casas. En cuanto llegaron su prometida le dijo que no le gustaba que se comportara así, que la había dejado de lado y no sé cuantas cosas más. Leónidas aguantó en silencio toda la reprimenda. Normalmente se habría disculpado, aun sin entender qué era lo que había hecho mal, pero ese día... Ese día fue diferente. Miró directamente a los ojos de su prometida y sin rabia, ni rencor, ni ningún sentimiento amargo le dijo:
-Lo siento... Lo siento pero no puedo seguir contigo.
-¿Qué tontería estás diciendo?- preguntó la prometida.
-Te aprecio- Siguió Leónidas- Pero no quiero pasar el resto de mi vida contigo. No puedo. Lo siento.
Dio media vuelta y se alejó sin mirar atrás una sola vez. No sabía de donde habían salido esas palabras. Cinco minutos antes no hubiera creído que fueran ciertas pero... Sí que lo eran.
Al día siguiente Leónidas se acercó a Mebd y le preguntó si quería ir al cine.
Mebd le sonrió amablemente y le contestó que lo sentía mucho pero que ella estaba comprometida.
Leónidas le devolvió la sonrisa.
-Yo también lo estaba.
Durante algunos días Leónidas no volvió a renovar su proposición pero al final llegó un viernes. Ese día salían de trabajar al mediodía.
Leónidas se acercó a Mebd y con una gran sonrisa la invitó a tomar un aperitivo.
Ella aceptó.
Al cabo de unas semanas, después de algunos aperitivos más, Leónidas tuvo que dejar la ciudad por cuestiones de trabajo. La noche antes de partir fue a ver a Mebd a su casa. Después de apedrear su ventana, como buen enamorado, consiguió que Mebd bajara a la calle.
-Me marcho dos semanas.- Dijo Leónidas
-Ya lo sé.
Silencio.
-Bueno... sólo quería que supieras...
-Ya lo sé- Repitió Mebd sin dejar que él acabara la frase.
-Hasta la vuelta.
Mebd sonrió y él se marchó con esa dulce imagen grabada en las retinas.
Pasaron dos semanas. Leónidas regresó y fue de nuevo a lanzar piedras a la ventana de su amada.
Ella bajó corriendo las escaleras, atravesó el portalón de la calle y se lanzó directamente en sus brazos. Atrás había dejado a su prometido. Quizá con una mentira. Segura de estar haciendo lo que debía.
Se abrazaron sin decir nada. Se besaron, sin tener en cuenta al resto del universo.
No había música, la luz era triste y el barrio pobre y destartalado, pero ellos no hubieran cambiado ese momento, ni ese lugar por nada en el mundo.

Sé que puede no parecer una gran historia. Sé que Leónidas y Mebd nunca aparecerán entre los amantes más famosos del mundo. Pero si ellos no hubieran decidido cambiar sus vidas para siempre, si no hubieran luchado por lo que realmente querían, ni hubieran tenido la valentía de dejar atrás sus caminos ya programados... Yo no estaría aquí.
Por eso cuando, tras más de cincuenta años de matrimonio, veo como Mebd y Leónidas bailan abrazados al son de una dulce canción, y se miran con cariño y se besan como si no existiera nada, ni nadie más en el mundo... Sé que, aunque pequeña, su historia de amor es la más grande que jamás he conocido.