Thursday, September 07, 2006

Mi hermana

Cualquier Lugar es un país dónde la lógica y las leyes de la física están más que olvidadas.Coexiste con nuestras grises realidades y no es difícil de encontrar... Si quieres realmente encontrarlo. ¿Dónde está? Donde menos te lo esperes, por supuesto. Detrás de los párpados adormecidos de los que no han dejado de soñar, en ese desván polvoriento donde el miedo y la fantasía se dan la mano, detrás de cualquier espejo y al girar la esquina de la calle en la que crecimos.
La primera vez que entré en Cualquier Lugar yo a penas tenía ocho años. Era verano, lo recuerdo bien, y estaba leyendo un libro en el jardín de mis abuelos. Mi abuela acababa de regar y todo a mi alrededor olía a tierra húmeda, mi olor favorito. Recuerdo que mi hermana estaba quejándose porque nunca quería jugar con ella. Decía que yo sólo hacía caso de mis libros y que nunca le prestaba atención. La miré. Tenía los ojos brillantes, llenos de lágrimas. Se me encogió el corazón. Cerré el libro y extendí mi mano hacia ella.
-Vamos a bañarnos al lago.
Mi hermana me miró como si me hubiera vuelto loca. Por supuesto en casa de mis abuelos no había ni lagos, ni piscinas, ni nada que se le pareciera.
-¿Vienes o no?- Insistí.
Mi hermana me miró unos segundos con esos enormes ojos marrones y me dió la mano. Esa tarde las dos disfrutamos de un baño increible en un lago de aguas cristalinas. Conocimos a unos duendecillos que habitaban en una cueva submarina, y nos regalaron collares de piedrecitas blancas.
Fue un día estupendo.
Después de ese viaje, mi hermana y yo volvimos más veces al país de Cualquier Lugar. Exploramos minas abandonadas, pirámides egipcias, nos embarcamos en barcos piratas y fuimos princesas de la corte, y caballeras andantes. Pero el tiempo pasa para todo el mundo y si hay un enemigo mortal del país de Cualquier Lugar, ése es la Edad.
Nos hicimos mayores y dejamos de buscar nuestras aventuras. Yo, seguí con mis libros, ella buscó nuevas compañías.
Supongo que nos hicimos mayores. Que tenía que pasar. Así tienen que ser las cosas.
Sin embargo... Ahora que he vuelto a entrar en este país para perseguir mis sueños... Reconozco... Que daría lo que fuera para que esa niña de seis años de ojos enormes y llorosos volviera a pedirme que jugara con ella.

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